DEL ORIGEN
Los montes de mi sierra me parieron con la cabeza en alto y un clamor rumoroso por la sangre.
No fui ratón de parto,
sino puntal altivo,
pino duro en el viento.
Tuve buena enseñanza:
el olivo, el mísero enterizo
que sufre sin un ¡ay! la cruz del avareo.
El peñasco insolente que azota con su pico,
el paso de la estrella,
el agua del arroyo que entona su cantar desperezado y libre
sin hacer caso al pozo o al recodo…
Y el aire, atmósfera absoluta
que va de cresta en cresta
resoplando un poder tan fuerte como un pecho.
En tan noble academia se templaron mis huesos, mi corazón ,mi espíritu,
La virtud que hace al hombre
poste de voluntad,
asiento verdadero.
Virtud que no está en mí, sino en la naturaleza,
que aquilató la forja
de mi talante recio.
Ya pueden azotarme las tormentas
que encizaña la intriga
o la fingida nieve
que humilla el haz rebelde
o el soletón tirano
que calcine los sueños.