Hermosura de horizontes claros. Pinos, pinos.... que nos obligan a recordar las arboladuras de las grandes naves capitanas. Y el amplio y serrano repertorio de riscos y simas que suspenden el ánimo y movilizan tanto el temor como el entusiasmo.
Arriba, desafiando al Cielo, El Yelmo, lanza y escudo en que las águilas posan, vuelan y afinan sus garras; más abajo, aunque colgada de sus pedernales, la villa segureña soleada y tranquila frente a un inmenso anfiteatro de salvaje dureza en el que los reptiles, alimañas, torrenteras, pastores y ganados, podrian imitar la convivencia desértica de la selva virgen.
