CERVANTES EN JAÉN.

13.08.2019 20:53

                          PRESENCIA CERVANTINA EN TIERRAS DE JAÉN

                                             Andrés Quero Moreno

 

                                   

Cada vez que el cronista tiene que enfrentarse con un tema de investigación histórica en el que, forzosamente, ha de librar batalla su entusiasmo personal, nacido del celo de la profesión , con ese incontable número de dificultades que surgen, como lógica derivación, de la escasez de noticias históricas relacionadas con el trabajo, entonces la crónica como tal, ha de ser sencilla, desprovista de todo lenguaje rutinario y pedante y dispuesta en todo momento a demostrar de una manera clara y concisa, los fundamentos precisos y exactos del trabajo de investigación.

De antiguo, la familia cervantina está vinculada a la tierra giennense por lazos indestructibles. Hijos de la preclara y nobilísima estirpe de los Cervantes, que procedentes de Galicia vinieron a Castilla, fueron algunos nobles de los que, acompañando al santo rey D. Fernando a la conquista de Baeza, quedando allí heredados en el repartimiento de tierras. Uno de los primeros antecesores de Cervantes, que se conocen, es Pedro Alfonso Cervatos, que acompañó a D. Alfonso VIII en la batalla de las Navas de Tolosa, el año 1212, y el cual se dio el apellido de Cervatos para diferenciarlo del de su hermano, Gonzalo de Cervantes. Es conveniente observar que el glorioso autor del Quijote, en la narración de los capítulos de esta obra, se disfraza caprichosamente, con el seudónimo de Cíde Hamete Benengeli, que significa hijo de ciervo o cervato”, y del primitivo apellido Cervatos se derivó el actual de Cervantes. Así lo atestiguan algunos famosos cervantistas cuyo criterio tenemos en alta estima.

No se pude hablar de la presencia de Miguel de Cervantes en la misma ciudad de Jaén sin antes dejar señalada la relación que, por azares derivados de su vida y profesión, tuvo con otros pueblos de esta provincia y con algunos de sus hijos ilustres. Quizá de todos estos pueblos sea Baeza el que, con mayor motivo, podrá adjudicarse la gloria de estar ligada a la vida de Cervantes y donde, según algunos historiadores, vivieron varios personajes de esta preclara familia, cuyos palacios ostentaban, en sus fachadas, el escudo noble de la misma. El escritor cervantino tuvo siempre una manifiesta simpatía con Baeza, no solamente por haber sido la cuna de algunos de sus antepasados, sino por ser, precisamente, de dicho sitio algunos de sus más íntimos amigos, entre los que contaba al redentorista Fray Antonio de la Bella y a D. Diego de Benavides.

Cuando Cervantes fue cautivado en la galera “Sol” por Dali Mami y secuestrado en Argel, bajo el poder del impío turco Azán Agá, comenzó su particular era de amarguras y sufrimientos, que minaron su alma y cuerpo. Cervantes, hombre de entereza admirable, fue proporcionando la fuga de aquella tortuosa prisión a sus más íntimos amigos, reservándose él, abnegadamente, el último lugar. Sin embargo, no consiguió huir a la Patria como eran sus deseos y cuando más desesperado estaba, sin la compañía de los buenos amigos, ya libertados, que pudieran consolarle, llegó a Argel una expedición de cautivos procedente de Constantinopla, entre los que venía D: Diego de Benavides, noble giennense, natural de Baeza, quien trabo una sincera amistad con Cervantes y de quien recibió una abierta protección, favor que supo agradecer cuando, una vez vueltos a la patria, hubo de servir de testigo en el memorial de servicios que presentó Cervantes al rey en 1590.

Similar afecto y amistad le profesó al Padre redentorista, Antonio de la Bella, también de Baeza, quien, en unión de Fray Juan Gil, fue nombrado por Felipe II para marchar a Argel a rescatar una expedición de cautivos, entre los que se hallaba Cervantes, y a quien se presentaran, en 31 de Julio de 1579, Dª Leonor de Cortina y Dª Andrea de Cervantes, madre y hermana del escritor, para hacer entrega de trescientos ducados como ayuda para su rescate.

Corrían los años de 1591 y 1592 y Cervantes, en su cargo de comisario del proveedor de Indias, Pedro de Isunza, fue comisionado para desempeñar varios encargos, relacionados con su empleo, para las provisiones de las galeras de España, en las villas de Martos, Linares, Arjona, Porcuna, Marmolejo, Lopera, Arjonilla, Las Navas de Tolosa, Villanueva del Arzobispo, Begíjar, Alcaudete, y por último Jaén, ciudad a la que hubo de hacer diversos viajes relacionados con su misión.

Así fue como Cervantes recorrió detenidamente la mayor parte de la provincia, estudiando con esa atención tan escrupulosa y peculiar en él, los tipos y costumbres de los giennenses de aquella época.

Hay un hecho de suma importancia para la provincia de Jaén que es el estar unida también a la “ruta quijotesca”. Cervantes que, en el desempeño de su profesión, hubo de desplazarse a la villa de las Navas de Tolosa y visitar, asimismo, la parte septentrional de esta provincia, captó con su agudizada observación algunos tipos andaluces que mueve, con todo el vigor de su pluma, a través de los capítulos de su obra, y a los que el escritor infunde, con el soplo de su ingenio, rasgos y características maravillosamente similares a los seres reales de aquella época.

  • Como fruto de la investigación de algunos ilustres cervantistas, apareció en Madrid el año 1877, editada por González Rojas, una carta topográfica titulada: “Mapa de una porción del reino de España que comprende los parajes por donde anduvo Don Quijote y los sitios de sus aventuras”. En este mapa aparece la ruta quijotesca marcada por un trazo grueso que llega hasta las estribaciones septentrionales de Sierra Morena y en un punto situado, aproximadamente, a la mitad del camino entre El Viso del Marqués y Castellar de Santiago, precisamente cerca del rio Guarrizas, aparece una acotación que explica que en aquel punto se adentraron caballero y escudero en las asperezas de Sierra Morena, en dirección a la provincia de Jaén. Desde el capítulo 23 hasta el 31 toda la acción se desarrolla en Sierra Morena, dentro de Jaén la mayor parte, y de la presencia de Don Quijote en esta región andaluza, tenemos sobradas pruebas en la narración de estos capítulos, como, por ejemplo, cuando en el XXIV dice así el loco de Sierra Morena. Mi nombre es Cardenio; mi patria, una ciudad de las mejores de esta Andalucía”.

No deja de ser un orgullo para los giennenses el ver que el hidalgo manchego hizo también ruta en su provincia que, con la de Córdoba, fueron las dos únicas que pisó de Andalucía. Pero hemos de observar que esta “ruta quijotesca” fue antes, forzosamente, ruta cervantina, es decir, que fue Cervantes quien recorrió estos parajes grabando en su imaginación, hasta el más ínfimo detalle, lo que después había de germinar en su grandiosa obra.

Un investigador cervantista del siglo XIX nos refiere que la aventura del “cuerpo muerto”, que Cervantes relata en el capitulo XIX de la primera parte del Quijote, no es sino la narración, disfrazada, naturalmente, y ajustada a la argumentación de su obra, de un hecho presenciado por él y que debió impresionarle grandemente, como fue, el fallecimiento de San Juan de la Cruz en su convento de Úbeda, de calenturas pestilentes, y su posterior traslado a Segovia a instancias del consejero real, D. Luis Mercado, causando un gran disgusto en la ciudad, que protesto enérgicamente ante Su Santidad el Papa Clemente VIII y que refrendo el Obispo de Jaén, D. Bernardo de Rojas.

Es muy verosímil que Cervantes presenciase estos sucesos, cuando en su narración alude a : la ruta del viaje con el féretro por un despoblado, en medio de la noche oscura, las luces que llevaban rodeando al cadáver, la declaración de uno de los conducentes que, preguntado por Don Quijote, manifestó que se dirigían a Segovia; todas estas circunstancias tan análogas en el traslado de aquel santo religioso, nos hace pensar que tal suceso hubo de ser presenciado “in situ” por Cervantes, acreditando no obstante la discreción de su ingenio, la pureza de su filosofía y de su moral, y la graciosa y oportuna ironía sobre la desvariada imaginación de los caballeros andantes. Todas estas causas citadas pueden disuadir al más obstinado que niegue la autenticidad de la presencia de Cervantes en la provincia de Jaén y la de esta provincia en la “ruta del Quijote” y especialmente la capital, que fue visitada por Cervantes para gestionar asuntos derivados de su misión y otras, movido por la curiosidad de admirar sus riquezas arquitectónicas, sin olvidar la particular idiosincrasia de sus gentes. Fijémonos—para concluir este trabajo—la situación de la capital, tan próxima a los lugares que hubo de visitar y en el mismo camino que había que seguir para ir de Martos a Linares, el cual tuvo que recorrer por razones obvias, ¿acaso no es convincente razón para dar mayor verosimilitud a este criterio?.

¡Loada seas Jaén invicta, porque albergaste al “Príncipe de los Ingenios”!