GIENNENSES ILUSTRES DE SEGURA

18.10.2016 10:35

 

MARTÍN PEREZ DE AYALA

(1503-- 1.566)

OBISPO DE GUADIX

TEÓLOGO DE TRENTO

OBISPO DE SEGOVIA

ARZOBISPO DE VALENCIA

 

" Yo nací en la villa de Segura de la Sierra, lugar de la Orden de Santiago, año de 1.503 el día 11 de Noviembre (día de San Martín). A decir de mi madre, fue un parto muy duro y difícil. Fui bautizado al tercer día en la Iglesia Parroquial de Santa María de aquella villa.

     Luego que llegué a los cinco años comenzaron a mostrarme a leer y escribir en la iglesia y primero me mostraron leer latín que romance y salí tan gran lector que se hacían desafios conmigo y con otros para quién más presto y expeditamente leyese. Tená tanta codicia en aprender que me hacía levantar con la gente que iba al campo para ir a aguardar a la iglesia por ser el primero antes que mis compañeros y no quería almorzar porque ni impidiese el aprender.

     A los diez años, me trajeron a Yeste, dónde aprendí los rudimentos de la Gramática con tanta presteza y habilidad pasando a todos mis contemporáneos.

   A los catorce años, murió mi abuelo materno, de quién yo recibía muchos benefícios y me daba también estudio. En este tiempo estaba yo sin amparo alguno y ganaba a escribir para ayudar a los gastos de mi casa.

     Antes de cumplir los quince años determiné de ir al estudio y Universidad de Alacalá, aunque mi madre me ponía temor de necesidades. Ayudome mi madre con su pobreza y en año y medio acabé de estudiar gramática en Alcalá, en el Colegio de San Eugenio.

Acabado esto mi madre quisiera que yo hubiera estudiado Cánones y que me comenzara a ordenar, por tenerme consigo, pero yo que había oído en el postrero año de la Gramática no sé qué términos de lógica y dabáseme también, por persuasión de mi maestro, dejé el camino que mi madre me guiaba y en esto solo le fui desobediente y comencé a oír Lógica el año 1.523, debajo de la disciplina del Maestro Encinas, gran sofista y matemático.

Finalizado mi curso de Artes, vínome el pensamiento de meterme en Religión. Como yo había nacido en tierra de Santiago  y tratado con gente de aquel Hábito determiné de ir a Uclés, donde fui recibido con facilidad. Esto fue el año 1.525. Tuve grandes persecuciones y emulaciones en la casa, pero, elegido de Prior uno que había sido vicario de Yeste, dónde yo había pasado mi infancia, mudáronse las cosas. Este entendió mi habilidad e inclinación y me mandó leer una lección de lógica y procuró que el Presidente de la Órdenes, que era el Conde de Osorno, me enviase a Salamanca.

Allí escuché lecciones de Santo Tomás dónde tuve por maestro cerca de una año a Fray francisco de Vitoria. Después pasé a Alcalá donde tuve por maestro al doctor Medina, que fue uno de los más célebres escolásticos de su tiempo y oí de él tres cursos continuos. Procuré graduarme de Licenciado y maestro en Artes. El año 1.532 fui preveido de rector de aquella Compañía, cuyo cargo acepté y llevé con harta pesadumbre por la licencia que tenían de vivir los colegiales y así acabé de estudiar Teología y graduarme de Artes.

A la sazón se había levantado de nuevo el estudio y Universidad de Granada por el Emperador Carlos y como llevaban siempre maestros de Alcalá, yo fui aceptado y señalado entre ellos para leer Artes en aquella universidad, con 30.000 maravedís en cada año y de comer. Así comencé a leer en Granada a 6 de noviembre, con harto aplauso, aunque como los estudiantes eran viciosos por causa de la tierra y ser naturales y mal aplicados, no me sucedió tan bien aquel año. Escribí con grandísimo trabajo unos “Comentarios y cuetiones sobre los Universales de Porfirio”. Acabado el curso, el Arzobispo Don Gaspar de Ávalos me mandó leer un curso de teología escolástico. Así estuve en Granada desde el fin de treinta años hasta el principio de cuarenta.

A la sazón fue electo Obispo de Jaén Don Francisco de Mendoza, el cual se vino allí a Granada entretanto que venían sus bulas, tomándome por confesor y lector suyo.

Fuíme con él y después mandó que entendiese en visitar el Obispado unos meses que él se ausentó, lo cual fue causa de algunos disgustos y desasosiegos. En todos ellos se gastaron dos años, al fin de los cuales vino el Obispo y yo le dije que no le quería servir en aquel oficio y así habiendo el Papa Paulo III convocado Concillio en Trento, fue el Obispo uno de los señalados que allí fueron y rogome fuese con él.

Hasta tanto dio principio el Concilio, estuvo en Lovaina (1.543) estudiando griego y hebreo, a la vez que trató de conocer a fondo las doctrinad de los herejes y protestantes. Por aquellos años comenzó a escribir su obra “De traditionibus divinis et apostolicis”. Cuando llegó el Concilio es estaba tratando la cuestión de Justificatione (comenzada hacía cuatro meses). “Demandé audiencia para decir mi parecer en una Congregación y dieronmela día de san Miguel, dónde dije por espacio de una hora. Quedáronse confusos con la claridad que se les dio entender la falta grande que llevaban y tornaron a tratar nuevos pintos y así se detuvo la determinación de este artículo hasta la Cuaresma de 1.547, que no sufrió más detener porque el papa y sus Legados daban prisa”.

En el m,es de marzo de 1.547 el Concilio había celebrado siete sesiones, pero hubo de suspenderlas por haberse declarados en Trento una epidemia; y aún cuando se acordó por los más de los votos su tratado a Bolonia, no alcanzó eficacia alguna la decisión por ausencia de la mayor parte de las representaciones.

Don Diego de mendoza que en aquella sazón había sido proveido para la Embajada de Roma, rogome, pues ya no se hacía nada, ni se esperaba nada, me fuese con él y vería a Italia; con curiosidad de ver, fuime en su compañía a Venecia y de ahí a Mantua y a Bolonia y a Florencia y estuve en Roma cuarenta días, visitando los lugares Santos y algunas antigüedades y volví por Trento en el mes de mayo de aquel año y estaba ya diviso el Concilio, porque los Legados y los que los seguían, echaban fama falsa de peste que fingieron que había en Trento.

A principios del año 1.546 fui nombrado Obispo de Guadix, en el Reino de Granada “y yo lo acepté al cabo de dos días con harta dificultad, porque no dijesen que dejaba de aceptarlo, porque el obispado era de poca renta porque apenas valía 800.000 maravedíes, y más conocida la condición de su Majestad que cuando uno no aceptaba lo que le daba era bastante para no acordarse más de él en toda su vida”.

Y fuime a Milán, adonde llegaron mis bulas, y parecíame consagrarme en la Iglesia de San Ambrosio, pues había sido electo en el día de su muerte (5 de Abril).

Llegado a España, me dirigí a Yeste a visitar a mi madre, con la que estuve seis días, partiendo para Guadix, adonde llegué el último día de Enero. “Entonces eran pasados tres meses del año 45 de mi edad cuando comencé a obispar”.

Paulo III ha muerto. Por nueva instancia de Carlos I, el nuevo Sumo Pontífice convoca otra reunión en Trento. Fui enviado nuevamente al Concilio, a pesar de mi resistencia, pasando grandes peligros en mi transcurrir por tierras francesas, dónde estuve preso durante un mes.

Llegué a Trento el sábado de Pentecostés 15 de Mayo de 1.551, asistiendo a las deliberaciones del Concilio hasta la sesión decimosexta---sexta de esta segunda etapa---, en que por desavenencias surgidas entre el Emperador español y el Elector de Sajonia, se suspendieron nuevamente el día 26 de abril de 1.552.

A mi regreso a España y pasando por Pavia imprimí un “Confesionario manual”, un “catecismo” y un “Aviso para bien morir”. Por San Lucas llegué a Génova, encontrándome con que se habían marchado las naves centurionas, teniendo entonces que fletar una nave, uniéndose también el Obispo de Ciudad Rodrigo y el de Sigüenza. Enterado el Arzobispo de Granada , nos rogó le esperásemos, perdiendo con ello el mejor tiempo para la navegación.

Partimos el día de Sta. Catalina, que son días brumosos y los más tempestuosos de todo el año y partimos juntos catorce obispos en cuatro naves, y desde otro día a la noche levantose una terrible tempestad que duró una noche y casi dos días, y partiéronse las naves y la nuestra y la del arzobispo y de los obispos de León y Plasencia; llegamos a Córcega sin velas ni casi timón, muy perdidos; ya íbamos al infierno descendiendo, ya subiendo a las nubes con la grandeza de las olas; arribamos a Cerdeña, el día de San Andrés y allí estuvimos nueve días hasta la Concepción (8 de diciembre), adonde nos rehicimos del todo. Partimos de nuevo nuestro viaje y a la noche siguiente topamos otra mayor tempestad que la pasada y ya esperábamos la muerte, todos orando y encomendándonos a Dios. Finalmente fuimos lanzados a la isla de Ibiza dónde permanecimos hasta el día de reyes sin poder salir.

El día 1 de febrero llegué a Guadix, realizando la visita a la Diócesis y celebrando posteriormente Sínodo, en el que se estableció las decisiones y acuerdos del Concilio.

El año 1.560 fui nombrado Obispo de Segovia, vacante por defunción de Don Francisco de Benavides.

España había combatido bien en las dos primeras reuniones del Concilio, pero la victoria total estaba reservada al Rey Prudente Felipe II. Del mismo modo que su padre, necesitaba Felipe II, para la sabia política contraria al fraccionamiento de la Cristiandad, que la Iglesia concluyese las normas definitivas  que el Catolicismo esperaba del Concilio, y obtiene, el 29 de noviembre de 1.560, bula del Papa Pío V para convocar nueva reunión.

Sumo tacto pone Felipe II en la designación de los teólogos que habían de acudir a Trento. Las circunstancias exigen que lo más florido de la ciencia teológica se desplace a Trento para culminar la empresa.

Por la Orden de Santiago, me elige el Rey y al ser notificado presenté excusas alegando mis achaques e insuficiencia. El Monarca me insiste: “Habéis de ir, aunque vayaís a gatas, y si no aprovecháredes para hacer bien aprovechareis para evitar algún mal”. Retiro mis excusas, aún cuando en lo referente a mi salud bien sabía Dios que no mentía, pero ruego que se me permita elegir a mis auxiliares y con especial insistencia el joven profeso de mi propia orden, BENITO ARIAS MONTANO.

Mi petición es atendida, y juntos vamos al magno Concilio. Yo, con mi experiencia y ciencia y mi frailecito de 35 años, docto en la exégesis de los Sagrados Textos y dueño de los secretos de la filología, arqueología, medicina, cirugía, geografía, derecho, epigrafía y otras muchas disciplinas.

ARIAS MONTANO, RESPONE CON CRECES A LA CONFIANZA EN ÉL DEPOSITADA POR MI PERSONA.  A poco es el consultor más estimado y sus pareceres y consejos son buscados por todos en los momentos decisivos. Reconocían en él una verdadera Biblioteca viviente, copiosa e infalible. La admiración crece hacia él y no se resuelve nada sin antes oir la palabra certera, colmada de precisiones, del más nuevo y del más humilde de los consultores a quien el Concilio dio en llamar “EL MARTILLO DE LOS PROTESTANTES”.

 Con la vigésimo quinta sesión celebrada el día 4 de diciembre de 1.563, concluyó sus tareas el Concilio, transcurridos dieciocho años y nueve días desde su primera convocatoria y el orbe católico nunca olvidará los nombres de: FRAY BARTOLOMÉ DE LOS MÁRTIRES, PEDRO GUERRERO, PEDRO PACHECO, DIEGO DE ÁLAVA, DOMINGO Y PEDRO DE SOTO, CARRANZA, VEGA, CASTRO, CARVAJAL, LAÍNEZ, SALMERÓN, VILLALPANDO, COVARRUBIAS, MENCHACA, FUENTIDUEÑA Y ARIAS MONTANO, para alto honor de los teólogos españoles.

De regreso del Concilio me entrevisté con el Rey Felipe II en Barcelona, tratando con él asuntos relacionados con el mismo.

Estando ya en Segovia fui nombrado Arzobispo de Valencia, haciendo mi entrada en dicha ciudad el día 22 de abril de 1.565. Inmediatamente celebré el Sínodo, donde se determinaron cosas de mucho provecho para el gobierno del Arzobispado.

 

PD: Pocos meses después, tras visitar por última vez su pueblo natal, murió a los 63 años de edad, el día 5 de agosto de 1.566. D.E.P.