¡OH, ACEITUNADO RIO!
¡Oh aceitunado río
susurrante cinta
de rojizas aguas!.
¿Por qué me musitas
engañosas palabras?
A veces pienso
que me detestas,
con melancólico deambular
de tu corriente,
y otras,
finges que me amas
en la memorable pulcritud de perlas,
que son tus melodiosas ondas acuáticas.
Y entonces,
me susurras afectuosamente,
como mujer galanteante, prendada,
que con voz divina y complaciente
sana los desgarrones de mi alma.
¡Oh colorado río
de mi existencia!.
Dime, ¿en qué aposento
encontrará la paz mi alma?.