OFICIOS ANTIGUOS DE LA SIERRA DE SEGURA, YA EXTINGUIDOS

30.11.2015 14:14

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LOS HACHEROS

(OFICIOS ANTIGUOS YA DESAPARECIDOS)

Por: Andrés Quero Moreno

Otro de los oficios desaparecidos de nuestra Sierra de Segura han sido los “HACHEROS”.  Conocidos por este nombre los trabajadores que se dedicaban a cortar, escuadrar y aserrar los esbeltos pinos de esta zona, agrupados en cuadrillas, llamadas “hatos”, dirigidos por el “Cabeza de Hato” –jefe de la agrupación de siete u ocho personas--, jerarquía que casi siempre ostentaba el “hachero”, o sea el que utilizaba el hacha para refinar el cuadrado del pino, que era la especialidad más importante.

 

EL AFILADOR:

Era el encargado de afilar las sierras y hachas de los componentes del “hato”. Había un “hatero”, encargado de hacer las comidas y tener la despensa abastecida, ayudado por el “pinche”, muchacho de catorce o dieciséis años; y, por último, estaban los “aserradores”, que ya su nombre indica la misión que tenían encomendada: aserrar los pinos una vez habían sido escuadrados por el “hachero”. Para ello hacían una “percha”, llamada así la estructura formada por varios palos escuadrados que se montaban para colocar sobre ella las maderas que habían de ser aserradas, de dónde ya salían las piezas que el hachero había marcado con una cuerda de lana impregnada de carbón vegetal triturado y mojado. Al tener ésta tirante, en un sitio determinado se alzaba hasta dónde era posible y se soltaba con fuerza, con lo que al tomar contacto con la superficie de la madera, ésta quedaba marcada por una línea recta de punta a punta.

 

ELABORACIÓN:

 

Las piezas que se elaboraban eran cuartizos de dos y media a seis varas y tablas de dos y media a tres varas, éstas con espesor de nueve y diez pulgadas de ancha y una de grueso, y aquellos, de seis pulgadas de ancho por cuatro de grueso. Antiguamente también se hacían palos cuadrados de cinco a doce varas de largo por el grueso máximo que podía dársele, sesmos sin ancho ni grueso determinado de cinco y seis varas y tablones de cinco varas de nueve y diez pulgadas de ancho y una y media de grueso. Se utilizaban estas maderas en las minas de Linares y La Carolina para encofrar las galerías, y los cuartizos y tablas de mejor calidad y limpieza de nudos, para la construcción de viviendas.

Estas maderas eran muy apreciadas por su grano fino y buen color en Andalucía y La Mancha, de esta última en las provincias de Ciudad Real, Albacete, Toledo y Cuenca, hasta dónde eran llevadas por los carreros vendiendo de pueblo en pueblo.

 

A DESTAJO

Los “hacheros “vivían durante el tiempo que duraba la operación, en chozas construidas por ellos mismos con las maderas que elaboraban; allí trabajaban, dormían y comían, aun cuando sus familiares y casa estuvieran a escasa distancia. Como trabajaban a destajo—a un tanto la pieza—se ponían a trabajar a la amanecida y la jornada duraba hasta el anochecer, con sólo el descanso del tiempo invertido en comer.

ALIMENTACIÓN

Sus comidas eran sobrias y elementales; consistían generalmente en gachas o migas para el desayuno o almuerzo, como ellos llamaban, migas en la comida de medio día y “puchero” –cocido—de garbanzos o habichuelas para la cena. Y después de estas comidas, como postre, tomaban un buen pedazo de pan con un gran trozo de tocino, y todo esto “adobado” con buenos tragos de vino. El trabajo era durísimo y rudo, soportando la nieve, el agua y el frio a la intemperie.

Estos artesanos vivían en los cortijos de la Sierra, especialmente por Rio Madera, en el término de Segura de la Sierra, y cuando el trabajo abundaba. También venían “hacheros” de La Puebla de Don Fadrique, de la provincia de Granada, pero siempre lugares muy próximos a Santiago de la Espada