(CON ESPECIAL DEDICACIÓN A LA TIERRA QUE ME VIÓ NACER)
Necesitábais esa gran palmada,
ese golpe de audacia, esa dureza,
para que al fin se regeneraran vuestras almas
y revivieran espíritu y grandeza.
Teniaís los resortes de lo bello,
de lo ínclito y eterno, la certeza
de interpretar el prestigioso giro
de las gracias completas...
Y sólo os contenía el pudor falso
---melancolía enferma---,
de ese dormir los rápidos impulsos
bajo el sol de vuestros pinares y olivares...
Ahora se ha descubierto en vuestra entraña
la honda raíz de la escondida esfera,
la audacia y el sentir de la hidalguía:
el luminoso ardor de vuestra cosecha.
Que nadie la perturbe ni la empañe.
Vuestro destino ya alborea.
El aire y los contornos del mañana
traen las voces del Bien y de la Idea...
¡Todos a la labor! del mismo modo
que en un tiempo ya lejano
las maderas de vuestros vetustos pinares
surcaron lejanos e indómitos mares.