SILES Y LA RECONQUISTA DE HUÉSCAR

03.10.2017 11:37

SILES Y LA RECONQUISTA DE HUÉSCAR

La fusión con el paisaje circundante ha impregnado a Siles el vigor y generosidad de sus temperamentos; pero lo que completa y acaba de perfilar su personalidad es el influjo del acontecer histórico. Situado en la misma linde de los reinos de Jaén, Murcia y Granada, el concurso de estos hombres forjados en la lucha contra una geografía irreductible, fue decisivo en el empuje cristiano contra la morisma fronteriza; Siles está en en la ruta de la guerra, e inflamado de ardor bélico se entrega a la epopeya de la Reconquista, y arma el brazo, se defiende bravamente enPeña Horodada contra Abderramán III, o vence al Rey moro de Granada en 1.341, en memorable batalla que con sones de romance canta la Crónica Rimada.

   Con tales calidades humanas, el Comendador de Segura, D. Rodrigo Manrique, elige a Siles para organizar la gran empresa de la reconquista de Huéscar y, de Siles y con sus gentes, parte la aguerrida expedición llevada a cabo el día 6 de Noviembre del Año de Gracia de 1.434.

   Se conoce el relato de este episodio por "La Crónica del Halconero" de Juan II. Nuestro ilustre comprovinciano, don Juan de Mata Carriazo, a quién se debe en su día la publicación y estudio del documento, dice que "la joya de esta colección es la carta de Rodrigo Manrique, dando cuenta al Rey de la conquista de Huéscar, que constituye el relato más vivo y animado de conozco de la expugnación de una plaza granadina, entrando en cuenta los cronistas de los Reyes Católicos".

   "A vuestra señoría plega sauer--dice el comendador al rey-- que yo estanto en la vila de Siles, pensando como podría facer algo de lo que a vuestro sarguicio cunpliera, en especial sobre aver esta villa de Huéscar".

   SIles, poblada por gentes hidalgas y valerosas, unidas en la ambición de ensanchar el confín de la patria,es el lugar más propicio para preparar el audaz salto. Por ello se dan cita allí, entre otros capitanes "El Comendador de Veas, non catorce rrocines e fasta cien peones, e el alcaide de yeste con veinte rrocines e veinte peones; e del Alcazar venieron Gonzalo Diaz de Bustamante, con diez rrocines y fasta treinta peones e con el Jhoan de Claramonte, E de Ubeda, Diego de la Cueva, con ocho rrocines, e Diego López de San Martín", olvidando éste viejos rencores, pues estaba por el Rey desterrado en Hornos. Y del Campo de Montiel y de otros lugares también vinieron otros caballeros, "todos podían ser doscientos rrocines e seyscientos peones". Por descontado, no faltó a la cita el alcaide de Segura.

   Tropa harto menguada para enfrentarse con más de cuatrocientos jinetes y más de cinco mil infantes en un intento difícil. Y la fe que allana a las montañas, enardece a aquel puñado de valientes, que se precipitan, desdeñosos de la muerte, sobre las fortalezas, y tendidas las escalas, el primero en subir es ¡como no!, Albar Rodríguez de Córdoba, alcaide de Segura y que en un reflejo felino, evita que una flecha impacte de lleno en su corazón, al que le siguen Pedro Sánchez, de Hornos, y Pedro de Beas, caballeros todos de esa estirpe de hombres osados, desafiadores del peligro, que engendra la tierra de Segura.

   Recelosa la guarnición, vigila atenta la guardia en la cerrada oscuridad de la noche, por lo que, aún habiéndose aproximado la hueste, con sigilo extremado, dice el Maestre, que "llegados, fallamos las velas mudadas, e velando lo mejor que yo nunca vi". Así, antes que el alcaide de Segura acabase de subir "lo sentió la vela e echóle un serón de piedras encima. Pero con todo no cesó de subir. E a las voces del uelador, la cerca e los texados fue tomado por los moros; sabrá vuestra señoría que de ciertos escuderos, unos suvieron por el escala que por un agujero dos moros que se estauan en la torre, ferieron e mataron asaz dellos".

   Mayor habría sido el quebranto sin   la    audaz intervención del bravo alcaide de Segura,que mató a uno y puso en fuga al otro. Empero, en el adarve quedaron exámines. Ceciliano, hermano del alcaide, Pero Sánchez el de Hornosy otros más, amén de numerosos heridos tan maltrechos que, "ésto señor, de tal manera, que lo menos dellos ponyan apenas yr delante". Quebranto grave sin duda, pero que no pone pavura en el ánimo de aquél "Don Rodrigo Manrique tan famoso y valiente", quien abierta la puerta por su estandarte y seguido de don Manuel Benavides y el alcaide de Yeste, entró "por ella con la otra gente, e fuemos peleando por las calles fasta los meter en el alcacar, en ciertas torres que ellos teuian en el adarue. En la cual pelea fueron feridos e esso mesmo feridos gran parte de la gente asy de nosotros como de los enemigos".

   Se luchó con desnuedo por uno y otro bando, todo aquel día y al siguiente sábado, "E toda la noche jamás cesó la pelea, ganándoles e minándoles las casas, e faziendo barreras por las calles, lo qual ellos defenddían muy bien".

   Enconada continuó la batalla durante tres días más, pues en tanto que los asaltantes a punta de lanza hacian retroceder a los moros, calle por calle, casa por casa, éstos se refugiaron en algunas torres del adarve y habiendo acudido en su socorro Alcabezami, el más poderoso señor después del rey de Granada,  el "con seiscientos de a caballo poco más o menos, e con cuantia a cuatro o cinco mil peones, en la huerta todo peonaje" (escribe el Halconero), establecieron contacto con los sitiados, poniendo en grave aprieto al maestre quien no tenía caudal de gente para lo rregistir al campo que en la villa asaz que facer avia . Tanto, que tendida la escala por uno de los torreones ocupada por los sitiados, uno logró subir por ella consiguiendo forzar una de las puertas para dar entrada a los caballeros, que preparados esperaban. Crecióse ante el peligro don Rodrigo Manrique y tomando consigo "facta diez omes de armas, e sali a pelear con ellos. E plugo a Nuestro Señor, e al buen esfuerco que desde allá vuestra señoría en nuestros corazones pone, yo les tomé las puertás del castillo.E de quarenta o cincuenta que eran, quedaron ay muertos fasta siete u ocho". Huyeron los demás, el intrépido maestre resultó herido por un pasador que le atravesó el brazo derecho, y tantos padecimientos sufrieron todos, que "non podia yo escreuir a vuestra señoría quanto fu¨. Ca, señor, el fumo solo quie ellos ponían por las minas para atahar era bastante para matar mil omes, quanto más el gran combate que asymesmo les davan".

   Entretanto, Rodrigo de Perea Adelantado de Cazorla, que a socorrer al Maestre había llegado en la amanecida del lunes y otros caballeros que también acudían con igual fin, a los que se unieran el Comendador de Beas y el alcaide de Segura, pese a estar herido, salieron al campo lanzándose sobre los moros, que eran el doble de caballería y cuatro veces más peones, "pero Señor, asy me vala Dios, el lo acometió como el que era e los desvarató".

   En el punto álgido del combate aparecieron las banderas del capitán mayor, Fernán Alvarez, que con alguna gente de Quesada llegaba también en auxilio de Don Rodrigo, lo que acabó por decidir la batalla. Y aquellos bravos, implacables en la pelea, magníficos y generosos con los vencidos, aseguraron sus vidas dejándolos en libertad para marchar a Granada u otro lugar dónde eligiesen. Galantes y gentiles, si permitieron " que una ropa llevase cada uno de los onbres", a las mujeres les permitieron dos.

   Bello gesto de generosidad y cortesanía, con el que terminó la reconquista de Huéscar, brillante página que debe añadirse a la historia de Siles, pueblo de recio abolengo, acogedor y con sello personalísimo. 

                                                    Genaro Navarro López